Andábamos sin buscarnos a miles de dimensiones de distancia. Allí donde el tiempo se petrifica pero el mundo sigue su constante andar. Andábamos sin buscarnos queriendo sentirnos, vivirnos, queriendo sentir la piel erizada y el corazón febril.
Andábamos sin buscarnos y nos vimos caminando entre sabanas para encontrarnos, buscando palabras en un idioma que no forma parte de las lenguas habladas. Nos encontramos con las piernas enlazadas, suspirando en cada beso. Deteniendo el reloj, entre miradas, tus labios recogían cada letra que de mi boca brotaba, culpando a tus suaves dedos inquietos que jugaban. Andábamos sin sabernos, sin jugarnos, sin vivirnos, así andábamos.
Arde con cada verso, brota con cada palabra. Voltearla sobre papel es desesperante, apasionante, es eternamente liberador. Efímera e incontrolable, inalcanzable de apagar, como quien la escribe, arde.
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