He querido enterrar el amor
en una vacía y desnuda cueva,
en un deshabitado y lejano bosque,
en lo más alto y hondo de la montaña
para que nadie lo busque,
para que nadie lo atañe.
No pondré flores en su rostro,
sus hermosos labios
permanecerán sellados,
no le haré un gran altar,
para que quede en el olvido
y nadie le vaya a orar.
No volveré,
pues la cueva es fría,
el bosque es desierto
y al pensar en la montaña,
de mi se apodera el miedo.
Pero en las noches
oraré por ti,
cuando el viento sople
y me envuelvan los recuerdos,
lloraré por ti,
cuando no haya nadie que pueda mirar,
te miraré, mi amor.
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